Hay que hablar del cuidado de los ancianos en el debate sobre conciliación entre vida familiar, trabajo doméstico y trabajo laboral. Las dinámicas económicas y laborales actuales son un gran obstáculo para el buen ejercicio de la crianza y los cuidados. No obstante, en una sociedad capitalista que privilegia la actividad productiva, resulta un poquito más fácil hablar del cuidado de los menores, que pueden ser vistos por los poderes económicos y el Estado como futuros trabajadores y contribuyentes al sistema de pensiones. Más allá de los réditos del voto de la gente mayor que sacan los partidos, según la lógica productiva, mantener una persona de la tercera edad puede percibirse como un gasto con pocos efectos futuros.
Avanzar hacia una sociedad más inclusiva
Así pues, el cuidado de ancianos desde una perspectiva social y comunitaria es una buena forma de cuestionar las lógicas que rigen nuestra vida pública y privada, el uso del tiempo y de los espacios que habitamos. Según el diario británico ‘The Guardian’, ciudades como la japonesa Matsudo han tomado medidas para adaptar el espacio urbano a las necesidades de las personas con demencia senil, organizando patrullas de voluntarios para ayudar a los ancianos con problemas. El Ministerio de Sanidad del país nipón calcula que en el 2025 uno de cada cinco ancianos japoneses, 7,3 millones de personas, sufrirán demencia senil.
Matsudo es un ejemplo del cuidado de ancianos que transciende el ámbito médico y avanza hacia una sociedad más inclusiva. Convivir con una persona mayor es adaptarse a sus tiempos, entender sus necesidades, alentarla para que se mantenga activa –paseando, dibujando, jugando a cartas–, aprender cómo comunicarse con ella y familiarizarse con todo tipo de utensilios: audífonos, prótesis, pañales para adultos y un sinfín de herramientas adaptadas. También implica llevarla a los centros de salud, los centros de día o visitarla a la residencia o a su domicilio. Otra de las facetas que se suele descuidar es la salud mental, más allá de las demencias. A menudo se pasa por alto la depresión, al darse por sentado que hasta cierto punto es lógico que un anciano se sienta triste. También se descuida la salud mental de los cuidadores, que pueden ser las parejas mayores de esas personas.
Reconocimiento a la vida vivida
Si no cambian las tendencias demográficas en nuestro país, el incremento de la población anciana, sumado a la demora en la edad de tener hijos, propicia que cada vez más adultos solapen el cuidado de sus hijos con el de sus padres o abuelos. Resulta curioso que, en una época así, haya tantas revistas y suplementos dedicados al cuidado de los más pequeños, y tan pocos al de personas mayores. Lo primero puede ser visto como un incentivo a tener hijos, una esperanza para el futuro o una respuesta a la inquietud que genera criar uno en un mundo tan inestable, pero lo segundo es una realidad que ya es imprescindible abordar. Tal vez hay que dejar de ver el cuidado de ancianos como una gestión de la muerte venidera y convertirlo en un reconocimiento a la vida vivida.